Desafío de Rusia

AMM/ enero 22, 2022/ amenaza y uso de la fuerza, China, Derecho internacional, OTAN, Relaciones internacionales, Rusia, Ucrania, Unión Europea

 

Desafío de Rusia La seguridad europea amenazada

Ningún conflicto internacional nuevo ha comenzado con la pandemia; al contrario, se han agravado los existentes. El interregnum que se abrió en 1989 muestra en plena pandemia la nueva multipolaridad con China como hiperpotencia renacida después de varios siglos de postración y con atrevidas potencias como Rusia o Turquía.

Ambiciones de las viejas potencias imperiales

El escenario geopolítico de un mundo todavía en pandemia se produce en un contexto en el que las viejas potencias (China, Rusia, Turquía) alimentan peligrosas ambiciones expansionistas de vuelta a su pasado imperial. Y demuestran su influencia y el control de espacios (Mar del Sur de China, Mediterráneo, y sus lazos con varios continentes).

La UE no supo buscar a Rusia para fortalecerse con un gran Estado amigo en la vecindad con el que compartimos historia, cultura y religión. Entre 1991 y 2008, incluidos los dos primeros gobiernos de Putin (1999-2008), Rusia era una Estado en transición y fiable que participaba con beneplácito de la gobernanza de intereses comunes.

Decepción rusa

Rusia digirió -de mala gana- la integración de doce antiguos Estados comunistas -algunos compartiendo fronteras- en la UE y en la OTAN. Las dos organizaciones, en vez de ayudarle a mejorar su incipiente democracia en pago a su tolerancia, le fueron aislando y castigando por su pasado comunista.

Rusia constató en febrero de 2008 que la UE y EEUU podían invadir Estados violando el Derecho internacional (la actual Serbia en 1999). Y, una vez democratizada Serbia (desde 2001), romper años después su integridad territorial creando un Estado fantasma (Kosovo, febrero 2008), y todo por la fuerza. Ahí empezó todo.

Putin se sintió engañado y calcó al “imperio del bien” invadiendo parte de Georgia en el verano de 2008. Tomó conciencia del engaño de la UE y la OTAN al atraer al seno comunitario y atlántico a sus vecinos cuando la torpe Alta Representante de la UE para la Política Exterior -Catherine Ashton- fue a negociar un acuerdo de asociación a Ucrania y se trajo una guerra civil. Rusia respondió con la vuelta de Crimea al mapa ruso, donde siempre estuvo. En una noche de borrachera el dirigente soviético Nikita Kruschev regaló en 1954 Crimea a Ucrania (entonces, rebus sic stantibus, su aliada y antiguo territorio zarista).

Doble vara de medir

Rusia tomó conciencia de la doble vara de medir de los occidentales por no hablar del apoyo a Marruecos e Israel -invasores del Sahara y Palestina- sin que al agresor le suceda nada. Entre 2008-2014 se perdió una posible Rusia europea y cooperativa.

La UE y EEUU siempre sostuvieron desde 1945 el principio de la intangibilidad de las fronteras establecidas en Europa. La invasión rusa de Ucrania en 2014 fue tratada con distinta vara de medir sin comprender su contexto histórico y social. La recuperación rusa de “su” región natural y estratégica de Crimea (la salida de su flota al Mediterráneo) fue sancionada de forma desproporcionada. Y hubo respuestas rusas paralelas al comercio occidental y radicalizándose Rusia cada vez más hasta llevar a cabo acciones criminales a opositores y ataques cibernéticas (elecciones en EE.UU, proceso catalán…). Frente a las sanciones a Rusia por romper la integridad de Ucrania, la agresión de la OTAN y la UE en Yugoslavia quedó impune (como los agresores en el Sahara y Palestina).

Los prejuicios occidentales por la etapa comunista han impedido atraer a Rusia hacia una democracia imperfecta y a un partenariado previsible y le facilitaron a Rusia acaudillar a varios Estados canalla del mundo (Venezuela, Nicaragua, Cuba, Siria, Irán…).

Perdimos un gran Estado vecino y necesario en el siglo XXI

Como ya analicé en 2014 (en el Instituto Elcano), frente a las sanciones comerciales que le impuso la UE, Rusia se buscó mercados alternativos a las materias primas embargadas por la UE y la lanzamos a los brazos de su vecino chino. Con esa jugada, contraria a los intereses de la UE, le facilitamos a China el acceso a materias primas rusas y le dimos a los rusos la oportunidad de industrializar China ocupando espacios frente a las empresas de la UE. La torpeza occidental muestra que obligamos a Rusia, quien podía haber sido nuestro asociado en la rivalidad EEUU-China, a alinearse directamente en la bipolaridad y hacer negocios masivos con China en vez de reforzar el flanco de Europa como actor diferenciado. La Unión pagará un alto precio por despreciar y empujar a Rusia por un camino que solo nos debilita y fortalece a China.

Frente a la consigna de EEUU, seguida por los centros de pensamiento europeos, de despreciar a Rusia como potencia regional o intermedia, Rusia y Turquía han demostrado en el último decenio en conflictos varios (Libia, Nagorno-Karabaj, Siria, Irán y Afganistán) que tienen más capacidad para influir y ser determinantes que la UE o EEUU en esas crisis. Es claro que China y Rusia ganan tracción en Asia y Oriente Medio, y China, además, en África y parte de Latinoamérica.  Con el único argumento de su fuerza militar, EEUU ha demostrado que ya no tiene capacidad de liderazgo global.

Atraer a Rusia a la cooperación

Se ha hecho cada vez más complicado restablecer puentes con Rusia pero debería ser un reto prioritario y evolutivo hasta volver a aproximar a Rusia al mundo occidental europeo con el que estuvo unida durante siglos. A los grupos de presión fanatizados les gusta hablar de la Rusia de Putin como la Rusia soviética o comunista. En todo caso es la Rusia de los zares, la de siempre, y debe volver a ser la que estuvo en y con Europa en nuestra historia común hasta 1917. El tiempo ha demostrado que Polonia y Hungría y algunos miembros más en la UE son tan autoritarios y refractarios al Estado de Derecho como Putin. Los enemigos de la UE están dentro. Y Rusia no es peor que esas autocracias de la UE.

La dependencia energética y el importante comercio con Rusia debe ser un punto de apoyo y puente para volver a las relaciones de finales del siglo XX y principios del XXI y embridar a Rusia. Tanto el Presidente Macron como el nuevo gobierno alemán de Olaf Scholz y el italiano Draghi son partidarios de rebajar la tensión y aproximar posiciones con Rusia. Estos líderes de la UE son los que deben hablar con Rusia y no los Estados Unidos.

España debería tener esa misma posición para proteger importantes intereses económicos españoles y cortar el apoyo al independentismo catalán. La normalización de relaciones con Rusia suavizaría o rompería su cordón umbilical de caudillaje de Estados francotiradores refractarios al derecho internacional y a los derechos humanos. La vocación de la UE como tercera gran potencia del mundo multipolar se resiente al abandonar sus intereses en favor de EEUU y a Rusia a su suerte a pesar de albergar una sociedad de tradiciones culturales y religiosas afines.

Pocas opciones

Es claro que, ahora, la amenaza belicista sólo procede de Rusia. El socio populista del Gobierno español -el partido de extrema izquierda Podemos- distorsiona la realidad pues quien ha movilizado cientos de miles de tropas en la frontera ucraniana es Rusia y no la OTAN.

Además, en caso de guerra, la OTAN se rompería pues Turquía es un aliado ruso ambicioso involucrado en todos los charcos o conflictos de Asia central, Oriente medio, norte de África, Mediterráneo y Golfo Pérsico, incluido su enfrentamiento a Grecia. Y si Trump volviera a ganar en 2024, es probable que certificara la defunción de la OTAN.

Las declaraciones de Biden apuntan que a Rusia se le aplique una política de hechos consumados o principio de efectividad a lo ya conseguido en Crimea y Donetsk; la misma que a Kosovo, Sahara y Palestina.

Ni la UE ni EEUU parecen dispuestas a responder militarmente. Solo hablan de un tsunami de sanciones a Rusia. Rusia ha olido el miedo a su potencia militar y determinación. La guerra no le conviene a Biden ni a unos EEUU divididos. La Unión Europea, aunque quisiera respuesta militar -que no la quiere-, tampoco puede. Europa está fracasando en la defensa de los espacios donde se juegan sus intereses más inmediatos pues ni ha conseguido estar en las conversaciones entre Rusia y EEUU.

Los líderes europeos deben asumir su potencia impidiendo tanto que potencias menores -Rusia y Turquía- sin valores y más agresivas ocupen su espacio y que EEUU ejerza su tutela sobre la UE en función de sus intereses.

 

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